Hay camisas que por su escasa calidad podrían durarnos sola temporada y otras confeccionadas para permanecer en nuestro armario varios años. No deja de ser sorprendente como no pocas personas, y no precisamente por problemas económicos, alargan la vida de sus camisas hasta el punto de llegar a mostrar sus puños y cuellos claros síntomas de agotamiento.
¿Alguien se imagina a Robert Redford, o a DiCaprio, haciendo volar sus camisas en el Gran Gatsby con sus puños o cuellos maltrechos? ¿O sencillamente mal planchadas? Imposible, ¿verdad?
Los puños y los cuellos rozados son rápidamente apreciables por cualquiera, de hecho, probablemente lo que más rápido se ve. Sin embargo, la realidad es que todavía se observan, y en los más variados entornos, camisas francamente maltrechas. Quizás algunas de estas personas no sepan que, aunque la camisería a medida pueda de entrada parecer más cara que la industrial, permite encargar un juego de cuello y puños de repuesto. Juego que llegado el momento se cambiará por el rozados. Este detalle hace que la camisa vuelva a la vida en plenitud de condiciones. Y que, en definitiva, no termine saliendo tan cara como en un principio se podía pensar.
Una camisa, al igual que un traje, no debería vestirse más de una vez por semana. Ese es el tiempo necesario para que la camisa no sufra en la lavadora más de lo que su algodón puede aguantar. Dando por hecho de que el uso que hacemos de nuestras camisas es el normal y no las exponemos a enganchones o a manchas imposibles de revertir, hay cinco claves para el cuidado de la camisa: el tratado de las manchas, el lavado, el secado, el planchado y el colgado.
- Las manchas. Si estamos lejos de casa tratémoslas lo antes posible. Polvos de talco o agua con gas es un buen kit de emergencia. Los quitamanchas deberían ser la última alternativa. Aunque pueda parecer obvio, el uso de lejía para tratar manchas en las camisas blancas acortará enormemente su vida. Los cuellos y los puños son las partes que más se manchan por lo que es conveniente no ponerse la camisa hasta que estos estén totalmente limpios. De no hacerlo, conseguir que vuelvan a estar totalmente limpios será cada vez más difícil.
- El lavado. A pesar de las veces que lo hemos escuchado, todavía son muchos los que no separan la ropa de color de la blanca. Igualmente, es más que recomendable que las manchas de vino o de chocolate, e incluso las de sudor, se traten antes de meter la camisa en la lavadora. El jabón de Marsella resulta un buen aliado en esta tarea. Hecho esto, asegurémonos de haber desabotonado todos sus botones, los del cuello incluidos, y haber quitado las varillas. Lavémosla del revés para impedir que los botones choquen con el tambor o se enganchen con otras prendas. Además, de esta forma protegeremos el tejido exterior alargando los colores de la camisa. Ni que decir tiene que no hay mejor lavadora que la mano humana, mano humana obligada con los tejidos más especiales.
Si la camisa es artesanal, artesanal de verdad, habrá pasado por nuestra lavadora al menos dos veces antes de que el camisero corte las medidas finales. Si, por el contrario, es de confección es muy recomendable antes de ponérnosla lavarla. Os sorprendería la cantidad de cosas que de analizar el tejido se encontrarían. Con estas, conviene seguir las indicaciones escritas en su etiqueta.
- El secado. Prescíndase a toda costa de las secadoras – por buenas que nos dijeran que eran cuando las compramos – y una vez la camisa fuera de la lavadora y todavía húmeda cuélguese en una percha y en sitios abiertos hasta prácticamente su total secado. El lavado en seco es altamente perjudicial con las telas naturales como el algodón. De tratar en seco el algodón, la camisa no necesitará secarse, pero los productos químicos utilizados acabarán con la flexibilidad de sus fibras demasiado pronto. Esto puede traducirse en roturas en zonas tirantes como los codos.
- El planchado. Si la camisa está fabricada con buen algodón por qué maltratarla con una vieja plancha. Después de las tintorerías, las planchas baratas son el mayor enemigo de trajes y camisas. Para evitar tener que abusar de su vapor planchemos la camisa cuando todavía esté húmeda. No obstante, de estar totalmente seca el uso del vapor será necesario. Dicho esto, este resulta mejor que los espráis químicos que hoy se utilizan para hacer desaparecer rápidamente las arrugas. Los cuellos y puños forrados requerirán con la plancha de una pericia extra. Un paño entre la camisa y la plancha nunca está de más.
- El colgado.Mejor colgada que doblada. Si es por espacio y toca doblarla no la forcemos demasiado o las rayas se marcarán y tocará plancharla nuevamente antes de vestirla. También mejor abotonar el botón del cuello al colgarla en la plancha para que se arrugue menos. De viajar con frecuencia, mejor transportarlas en papel de seda y colgarlas al mismo llegar al hotel.
El Aristócrata
2 comentarios
Nada peor que una camisa que una vez fue blanca….El buen lavado junto con el adecuado planchado alarga la vida de la camisa y en este último caso el cuello y el puño francés son especialmente delicados.
Saludos.
Buenas tardes,
Interesante artículo que no conviene olvidar. Solo añadir, lo importante que es usar el manguero para los puños de las camisas.
Feliz semana a todos.
Eneko