A las ocho de la tarde del día 19 de octubre, se añadía un nombre más a la lista de insignes invitados del Club Privado El Aristócrata. Con toda puntualidad, enfundado en un traje azul marino con raya diplomática azul, camisa blanca y corbata azul, Enrique Loewe Lynch bajaba las escaleras que daban a uno de los salones del Hotel Intercontinental de Madrid para hablar de artesanía, lujo y buen hacer. El salón, algo más reducido que aquellos lugares dónde se dieron las últimas ponencias, permitió eliminar los ya habituales micrófonos para permitirnos hablar con mayor cercanía, resultando cómodo y acogedor, además de un estupendo escenario en el que hablar de una de las marcas con más historia que tiene nuestro país.
Nacido en 1941 en Madrid, Enrique Loewe es la cuarta generación de su familia, familia que desde la fundación de la casa en 1846 ha estado al frente de la misma. En 1965, tras haberse graduado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y ampliado sus estudios con una sólida formación humanística, entra a trabajar en la empresa familiar con su padre, Enrique Loewe Knappe. Durante este tiempo, Enrique fue Director de Producto, Director General y finalmente, Presidente de la Compañía.
Fue durante sus años en Loewe cuando la casa experimenta una gran expansión nacional e internacional, debida no en poca medida a su persona. Favoreció la creación del prêt-á-porter femenino propio y la creación de una línea de hombre, promoviendo la búsqueda de señas de identidad en la marca inequívocamente españolas reflejadas, entre otros artículos, en las corbatas y los pañuelos. Introduce además a Loewe en la perfumería de lujo, llegando a alcanzar en este sector una posición líder. En estos años, Loewe se distingue como marca española de reconocido prestigio a nivel mundial.
La casa celebra su 150 aniversario y pasa a formar parte del grupo LMVH en 1996. Enrique Loewe es designado Presidente de Honor de la casa, representando a la empresa en actividades de relaciones públicas al máximo nivel tanto en el ámbito nacional como internacional.
Enrique Loewe centra su actividad en la Fundación Loewe, creada en 1988 gracias a su impulso y vocación para institucionalizar el apoyo que Loewe venía ofreciendo a la cultura ya desde la década de los 50. Ostenta su presidencia hasta el 2013, año en que se jubila y pasa a ser Presidente de Honor de la fundación, cuya dirección asume entonces su hija Sheila Loewe. La fundación desarrolla sus iniciativas en campos como la poesía, la música, la danza y el diseño, con un carácter preferentemente educativo, de salvaguarda del patrimonio y estímulo a la creatividad. Reconocida “por su carácter altruista, sus propuestas arriesgadas y la rigurosa realización de proyectos de calidad”, en septiembre de 2003, S.M. El Rey Don Juan Carlos entrega a la Fundación Loewe, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, máximo galardón nacional que distingue la trayectoria de personas y entidades relacionadas con el teatro, la música, la literatura, el arte, la moda y la tauromaquia.
La ponencia, el centro de la reunión, fue sin duda fascinante. Seguramente (o al menos yo), el club esperaba oír hablar de puntadas, cuero y buen hacer. Y buen hacer hubo, sin duda, pero de una forma sorprendente. El club tuvo la oportunidad de disfrutar de toda una clase magistral acerca del vestir y lo que representa. Se habló de la moda como reflejo de una época, de una actitud, y sobre todo de su contexto sociológico, planteando el ponente al club muchas cuestiones que, aunque seguro sus miembros han considerado ya individualmente, nunca se habían considerado bajo el prisma, moldeado por el conocimiento y la experiencia, que compartió con nosotros el señor Loewe. La ponencia fue, por lo tanto, además de una clase magistral de moda, algo que tocó todos los aspectos que afectan a la misma, convirtiéndola en una magnífica lección de política, historia, psicología y sociología aplicadas al vestir.
Parte fundamental fue lo dicho acerca de la calidad y el buen hacer, máximas que son, en buena parte, unas de las razones de existencia del club. Dijo el ponente que la calidad no es necesariamente el objetivo, sino el resultado lógico del buen hacer, la atención al detalle y la pasión por lo que uno hace ya que si uno pone todo el empeño en algo que le apasiona, el resultado será bueno.
No menos interesante fue la disertación acerca del lujo. Qué es, que representa y el concepto que se tiene del mismo. El señor Loewe nos habló de un lujo material y caduco, que él considera anticuado, y un lujo actual, más abstracto, el lujo de lo inmaterial. Tiempo y verdad fue aquello que él describió como el verdadero lujo, entendiendo que hay conceptos ya anticuados y superficiales que hay que dejar de lado y entender el lujo como algo más profundo, más relacionado con las experiencias que con lo material.
Se trató además, ya en forma de conversación, el producto nacional. Se habló acerca de escaparatismo, diseño y formas de vender, pero sin duda el centro de este argumento fue que no es tanto el producto, sino la forma en que se trata, y que el “visual merchandising” es aquello que separa, fuera del producto, a los productos de lujo de los que no lo son. En torno a este tema, apareció un tema que terminó por ser fundamental y recurrente: la dignidad. Esto se resumía en que un producto menos caro no tiene por qué tratarse peor, y que la clave está en darle dignidad y buen aspecto. Y es que en muchos lugares se encuentra uno con que un producto que no es de lujo termina “expuesto como el pescado en una lonja”, en palabras del propio Enrique, y eso es lo que quita dignidad al producto.
Tras tratar estos temas, los miembros del club pasamos a la habitación contigua, donde nos esperaban distintas bebidas a base de un estupendo ron, ya fuera sólo o en cóctel, cortesía de Ron Barceló Imperial. Pudimos además degustar un Jamón Ibérico de bellota Fisan Gran reserva recién cortado por un maestro cortador. Ya entonces y entre el licor y el jamón, los miembros del club nos unimos en informal conversación tratando toda clase de temas con el señor Loewe, teniendo oportunidad de hablar con más cercanía con el invitado.
Javier Valencia
15 comentarios
Que buen Ron Barceló Imperial acompañado de buen jamón ibérico de bellota FISAN. Gracias por los créditos!
Fue todo un placer, compartir una noche más con la gente del club.
El Señor Enrique espectacular.Un enfoque de la realidad muy acertado y una áltura de miras enorme, con una vitalidad envidiable.
Muchas gracias por una velada única.
Muy apreciados aristocratas,
Esta página es muy importante. Veo que hay gente rica y con apellidos importantes que es de lo que se trata. Un club con gente adinerada. De ai no es cualquiera y por eso toda la gente tiene embidia de la gente del club. Pero es normal y ya contabamos con ello. La embidia les corroe.
Reciba mi mas sicera felicitacion,
Un aristocrata amante de la cultura y el refinamiento.
No me gusta entrar en discusiones de este tipo ni corregir a nadie, pero sobre el anterior comentario, decir que el objetivo del El Aristócrata no creo que fuera hacer un club elitista de gente adinerada, porque no pedía un extracto de cuenta bancaria para entrar a formar parte del mismo.
Creo que es un error pensar que la cultura, el refinamiento y la pasión por el trabajo artesanal y la tradición sean propiedad de clases pudientes.
Por cierto, envidia es con "v".
Un saludo y enhorabuena por el artículo.
La verdad es que la reunión fue un éxito. Orgulloso de haber asistido y haber saboreado luego un buen habano del aristócrata. Por cierto, me encanta la frase de esta semana. Transmite muy bien el nivel de este club.
Gonzalo Navarra
Aunque no es tal vez éste el post más adecuado para esta pregunta, es el último publicado, y por tanto es que más lectores tiene en este momento.
Miraba hace un rato la página web del Club de Sastres, cuando en el apartado "Sugerencias en el Buen Vestir" decía: "Sugerencias extraidas del tratado "El buen Vestir" realizado por D. Luis Enrique Córdova", y en el punto 11ª dice literalmente: "Los botones de las mangas deben ir abiertos".
No está hablando de ojales, es decir, de ojales practicables que puedan abrirse, sino de los botones. Si hubiera querido referirse a los ojales, la fase sería "Los ojales de las mangas deben ir abiertos.". Pero no, la frase se refiere de manera clara a los botones.
Así pues ¿En qué quedamos?
Estimado El Aristócrata,
Sería estupendo de su parte si nos concediera un artículo sobre el uso de tirantes, hablando de lo esencial que hay que saber sobre el tema (marcas, situaciones en las que hay que usarlos si o si, recomendaciones, tipo de pantalones, cuidados a tomar, colores, etc.).
Quedo a la espera de una demostración más de sus impresionantes conocimientos.
Saludos desde Buenos Aires,
BLJ
Apreciado Consultant,
Cuando digo gente adinerada, me refiero a ricos. ¿Acaso cre usted que los miembros de un club como este pueden ser pobres? La respuesta esta clara, no tendrian la elegancia suficiente. El club es mas importante conforme van entrando los mas ricos de la sociedad.
No pretendo menospreciar a nadie, pero los pobres no van a encontrar nada que les guste en un club como este. Vamos, creo que es de cajon.
Mis felicitaciones, aristocrata.
En relación al comentario anónimo en el que se habla de "Los ojales de las mangas deben ir abiertos" me
gustaría aportar mi opinión.
Las "reglas" expuestas en este blog forman parte de la visión del autor y por supuesto hay diferentes opiniones y formas de llevarlas a cabo. Si pensamos en figuras como Cary Grant, no llevaba siempre pañuelo en su bolsillo y muchísimas veces no vestía "de sastre".
Fred Astaire llevaba las mangas de sus camisas muchas veces por encima del codo y Eduardo VIII hacía algunas combinaciones que muchos lectores de este blog odiarían por "ser poco clásicas y excesivamente coloridas".
Hay sastres (muy mayores) que te dicen antes de salir por la puerta que el último botón de la manga de tu chaqueta tiene que estar desabrochado.
Hay ocasiones donde el calcetín no tiene porque ir con el mismo color del pantalón y sí con el del zapato, etc, etc, etc…Es decir, que este estupendo blog da su visión, pero las reglas ni son cerradas ni son siempre las que las figuras que se admiran en este blog llevaban a cabo.
Si uno ha crecido en un ambiente donde todos estos temas hablados
han estado presentes, asumirá de forma habitual muchas de las reglas aquí tratadas pero al final hay que tener naturalidad en las formas y eso no se consigue "sólo cumpliendo unas normas".
Sí, para vestir así es evidente que hace falta dinero. No es lo mismo comprar Edward Green que unos de Meermin o Vidal Fernández.
Humilde opinión por supuesto.
Un saludo a todos
Marcos
Hola a todos y enhorabuena por vuestros comentarios. Alguien ha oido o puede dar referencias sobre sastreria ankar en la calle leon en madrid?
Gracias, Antonio Bejumea
de verdad que con comentarios como el del personaje impresentable de los ricos, dan ganas de no meterse nunca mas en este blog, si es verdad que siempre me ha parecido un poco elitista, no me ha parecido clasista, gracias a dios creo que no todo el mundo piensa como este ser, el cual antes de hablar de riqueza y pobreza, debería aprender a escribir… pero bueno quizás tenga tantos billetes y se sienta tan rico que no le apetezca juntarse con un profesor de clase mas baja que él para que le enseñe un mínimo de educación y a saber escribir.
Creo que para gustar de la elegancia y el buen vestir no es necesario ser ni pobre ni necesariamente adinerado (de esos que van detrás de las marcas). Hay que tener buen gusto y clase y eso no se compra, viene con la educación y el saber estar.
Saludos desde Lima
DRM
Pensemos en hombres realmente elegantes… ¿Son (o fueron) pobres? Ahí tenemos la respuesta.
Saludos,
S. Richmond.
Son conocidos por la fama. La fama da dinero por lo general. El problema es que si hay gente anónima igual de elegante no se la conoce tenga el dinero que tenga.
Javier, ¿los iconos de elegancia masculina que a todos nos vienen a la cabeza no tenían dinero antes de ser famosos, pero la fama les dio dinero?
Me imagino que te refieres a pobres de solemnidad como el Príncipe Carlos o Giovanni Agnelli…
Saludos,
S. Richmond.