DEL USO CORRECTO DE LOS COLORES

Al contrario de lo que ocurre en la vestimenta femenina donde la elección de un tipo de conjunto u otro responde, en la mayoría de las ocasiones, a una cuestión puramente[...]

Al contrario de lo que ocurre en la vestimenta femenina donde la elección de un tipo de conjunto u otro responde, en la mayoría de las ocasiones, a una cuestión puramente personal, la del hombre obedece a un protocolo que
data del S. XIX.

Es este protocolo el que aconseja que en los conjuntos masculinos la elección de un color u otro se haga eco de la historia de la vestimenta formal y no obedezca solo a un gusto subjetivo. Por ello, los colores claros deberían ser los protagonistas del día y los oscuros de la noche. La distinción entre día y noche viene concretamente de la época preindustrial, época donde el uso del caballo era el medio de transporte más extendido. 

Era precisamente el contacto con el caballo lo que hacía que la ropa concluida la jornada laboral desprendiera un cierto olor desagradable; de ahí que al llegar casa los hombres se asearan y se cambiaban antes
de sentarse a la mesa a cenar. Esa ropa limpia con la que se vestían se denominada “formal clothes” o “evening clothes” y se caracterizaba por su alto grado de formalidad; formalidad que se reflejaba no solo en su corte y en sus largas levitas sino también en su color. Eran concretamente el negro y blanco los únicos colores permitidos una vez puesto el sol.

El frac, prenda en la que solo tienen cabida los colores blanco y negro, era en la época Victoriana y Eduardina el conjunto más habitual y obligado de vestir después de las seis de la tarde – independientemente de la clase social a la que se perteneciera. Desde entonces y a pesar del relajamiento experimentado concluida la I Guerra Mundial en las pautas de vestimenta, hay ciertas normas que han llegado hasta nuestros días en plena forma. Por ejemplo, los zapatos de color negro y las camisas blancas siguen siendo hoy más adecuados de vestirse en ocasiones de noche y formales que hacerlo con un sencillo traje de chaqueta por la mañana.

El esmoquin, conjunto donde los colores blanco y negro también son los protagonistas, nace igualmente para vestirse en ausencia de luz solar, algo que termina de consolidar a estos dos colores como los verdaderos dueños de la noche. La pulcritud de estos colores era también utilizada como muestra de posición social frente a aquellos que necesitaban vestir marcados estampados para disimular manchas producidas por un trabajo físico.

Muchos años han pasado desde entonces y ni la sociedad de ahora ni los usos y costumbres actuales son los mismos que aquellos. Sin embargo, todavía quedan guiños a aquella época que la elegancia más intemporal agradece. Por
ejemplo, la elección de trajes de tonalidades grises por la mañana y oscuras por la tarde/noche sigue muy presente entre aquellos grupos que más atención prestan al buen vestir. 

Por ello, deberíamos dejar de abusar, como hoy se hace, de los trajes azul marino en prácticamente cualquier hora del día y estación. Igualmente, las camisas de color blanco con traje habrían de vestirse en ocasiones solemnes y por la noche.

Por el día, las camisas de tonos azules y los trajes de colores no muy oscuros son buenos amigos de este atemporal protocolo. De la misma manera, por el día, a no ser que se vista chaqué, el tono de los zapatos debería estar cercano al marrón chocolate o al burdeos y solo por la noche el más formal negro resulta más conveniente. Igualmente, como conocedores de este centenario protocolo, deberíamos intentar reservar los estampados más marcados para las
ocasiones menos formales y rurales y en ciudad apostar solo por diseños lisos o a rayas.

Vestir correctamente, y hacerlo además de manera elegante, a pesar de lo que muestre la calle, es algo muy divertido y sobre todo sencillo de conseguir si se sigue un protocolo básico.

El Aristócrata

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COMENTARIOS

9 comentarios

  1. En el blog "permanent style", Andy nos muestra un traje de Rubinacci confeccionado en la misma tela que el que le hizo Langa. Podéis comparar los dos trabajos. Personalmente creo que el de Langa le da 100 vueltas al de Rubinacci

    F.

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  2. No entiendo muy bien esa manía que tenemos de idealizar los usos, costumbres y hábitos sartoriales de la sociedad inglesa de finales del XIX y principios del XX, asumiendo que el vestir de "etiqueta" era generalizado en la época.

    Dudo mucho que la frase "El frac, prenda en la que solo tienen cabida los colores blanco y negro, era en la época Victoriana y Eduardina el conjunto más habitual y obligado de vestir después de las seis de la tarde – independientemente de la clase social a la que se perteneciera" refleje la realidad de una sociedad que estaba fundamentalmente formada por obreros industriales urbanos y trabajadores agrícolas rurales con nulas oportunidades para lucir galas, ni siquiera en la intimidad de sus miserables hogares.

    Evidentemente, una selecta minoría (the happy few) sí que utilizaría frac en determinados eventos nocturnos, pero pensar que el inglés medio se embutía en un frac de forma habitual al oir las 6 campanadas, solo se le ocurre al que concibió el país de las maravillas de Alicia.

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    1. Estimado José M: tengo una duda que no he sabido aclarar sobre el uso del traje negro en sustitución en muchas ocasiones del esmoquin. En mi opinión, esto es de todo punto incorrecto, pero los modernos mediáticos son como son y su terrible influencia tiene efectos contagiosos en el común. ¿Qué piensa usted? ¿Es de lógica que un señor asista a un entierro con su traje y corbata negros y acto seguido a un sarao público con el mismo outfit?
      Muchísimas gracias.

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  3. Estimado EA, me gustaría formularle una duda si Vd. me lo permitiese:
    Tengo en mi haber una americana deportiva de confección y reciente adquisición que durante aproximadamente cuatro meses ha estado colgada en una percha normal y corriente de maderas; ayer mismo me procuré una especial con hombreras como Dios manda, mas temo que este periodo de los susodichos cuatro meses haya podido afectarla irreversible en lo concerniente a la formación de arrugas, aunque quizás no pase nada: ¿Cuál es su dictamen?

    La segunda gira en torno a una situación de similar índole; soy poseedor de una trenca de confección y tres ganchos -desconozco el vocablo técnico para los “botones” del Duffle Coat- y no sé si colgarla en una percha normal y corriente de madera o, por el contrario, en una para hombreras similar a la de la anterior pregunta y que es la que me dieron al comprarla en la tienda: ¿Cuál es su recomendación?

    Muchas gracias de antemano.

    PD: La chaqueta es de estilo inglés por lo que tiene hombreras.

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  4. A mi lo que me parece alucinante es hablar hoy por hoy de que preferiblemente las camisas blancas hay que vestirlas en ocasiones solemnes y de noche. Porque eso tenía una explicación que hoy ya no es plausible, las lavadoras se inventaron en el s. XVIII y se comenzaron a comercializar en el s. XIX y hoy estamos en el s. XXI y no hay una casa del mundo occidental sin lavadora y el llevar una camisa blanca limpia no denota ni distinción ni estatus de clase alguno.

    El refererirse a entornos rurales tampoco cobra mucho sentido. Todavía recuerdo un consejo suyo de un post de un evento de coches que era "corbatas de lana en el campo". Por favor. Igual que el tema de usar la Barbour o Belstaff "para lo que fueron creados" o "no náuticos en ciudad". No me imagino ni plantar cebollinos con corbata de lana ni pescadores hoy con Barbour existiendo neoprenos y sintéticos (la gente cree que su origen es la caza) y una ciudad puede ser Madrid, pero también Málaga, Valencia, Gran Canaria, Mallorca o Barcelona que tienen costa y puerto. Antes que el protocolo va el sentido común. Y le recuerdo que la primera norma de protocolo es que la costumbre hace ley. La costumbre de aquí y ahora, España 2015, s. XXI, no la costumbre de Inglaterra en 1850.

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  5. Quizá los motivos que en su día inspiraron algunas normas protocolarias no sigan de actualidad, pero las normas como tal siguen teniendo sentido dado que suprimirlas acabaría con el protocolo tal y como lo conocemos -dudo mucho que una sociedad como la nuestra estuviese por la labor de ocuparse de crear nuevas reglas- dando paso al caos más absoluto.
    Aunque ya se antoje bizarro ver pescadores con Barbour, cazadores con trajes de tweed o corbatas de lana en el campo (todo esto para el común denominador de las personas, no para la élite) imaginarse tales cosas en un ambiente distinto del que en su día fueron soberanas sería, en la mayor de las ocasiones, cuanto menos raro a los ojos del caballero. Y, como tengamos que guiarnos por la costumbre actual española, vamos listos… No busco desacreditarle, solo expresar mi parecer.

    Atentamente.

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