Muy pocos aficionados conocen la historia de cuando los mejores pilotos y equipos de la Formula Uno se acercaron hasta Cuba para celebrar el Gran Premio de La Habana. Una prueba que conoció tres ediciones, plagadas de anécdotas entre las que sobresalió el secuestro de Juan Manuel Fangio y que terminó con el eufemístico nombre de Gran Premio de la Libertad, cuando precisamente se avecinaba lo contrario.
El hecho cierto es que ese Gran Premio nunca apareció en la lista de las carreras del campeonato, fue una carrera inédita que se convocó como parte de la estrategia de comunicación del entonces presidente del país, el dictador Fulgencio Batista, quien acosado por la opinión publica internacional buscaba cualquier oportunidad para ofrecer una imagen de normalidad, modernidad y glamur para Cuba. Como réplica del Gran Premio de Mónaco, el Gran Premio de La Habana se diseñó sobre un circuito urbano con la avenida del Malecón como recta principal y con casi 6 kilómetros de longitud.
La carrera se celebró el mes de febrero de 1957 y las crónicas hablan de nada menos que 150.000 espectadores. Lo más granado de la élite de las carreras se dieron cita en la capital caribeña, con el campeón argentino, Juan Manuel Fangio a la cabeza y entre los 19 pilotos, un español, Alfonso Cabeza de Vaca, marqués de Portago. Alfonso era piloto oficial de Ferrari y uno de los rostros más populares del ambiente de las carreras y de las crónicas sociales de la época.
La carrera fue muy intensa, con Alfonso de Portago dominando la prueba prácticamente desde el principio. A pocas vueltas para el final, un problema mecánico con la bomba de gasolina le obligó a parar en los garajes y perder varios minutos. Aunque consiguió volver a la pista, cayó hasta el puesto quinto desde el que inició una feroz remontada que le llevó hasta la tercera posición, tras Fangio y Stirling Moss. En la ceremonia de pódium, Fangio invitó al Marqués para que subiera al primer cajón reconociendo públicamente que la victoria debería haber sido suya.
La desgracia mayor para el español llegó tres meses después, cuando durante la disputa de la mítica carrera Mille Miglia en Italia sufrió un brutal accidente en el que perecieron, además del propio piloto, su copiloto y nueve espectadores. Supuso el final de un piloto grandioso y la cancelación definitiva de la carrera.
EL AÑO DE LA DESGRACIA
La segunda edición, también en el mes de febrero de 1958 fue un cúmulo de despropósitos que arrancaron inmediatamente después de los entrenamientos. Mientras esperaba a un grupo de amigos para salir a cenar en el vestíbulo del hotel Lincoln de La Habana, un grupo de revolucionarios del movimiento 26 de julio se acercaron hasta él con la excusa de pedirle un autógrafo y a punta de pistola se lo llevaron secuestrado. El autor intelectual de la operación fue el propio Fidel Castro.
Lo escondieron en una casa del barrio de el Vedado y allí lo mantuvieron durante todo el fin de semana para impedir su participación en la carrera y llamar la atención de la opinión pública internacional sobre la situación política de Cuba.
Aunque los secuestradores nunca tuvieron la intención de hacerle daño, y de hecho el piloto argentino siempre agradeció la amabilidad con la que le trataron, realmente se temió por su vida porque corrió el rumor de que Fulgencio Bautista había exigido que se le encontrara vivo o muerto, y si así hubiera ocurrido, haber culpado a los propios revolucionarios.
El entonces embajador argentino en Cuba resultó ser primo del Che Guevara y se negoció para que Fangio fuera entregado en la propia embajada, lo que hicieron de madrugada para evitar cualquier riesgo. Juan Manuel Fangio abandono el país, pero siempre mantuvo relación con sus secuestradores y años más tarde, regresó a la isla invitado por el propio Fidel, que le guardó un gran cariño siempre.
Mientras tanto, el Gobierno presionó para que la carrera se celebrara igualmente y transmitir una imagen de absurda normalidad. Pero claramente el Gran Premio estaba maldito. En la quinta vuelta el piloto cubano Armando Garcia derrapo y se salió de la pista llevándose por delante a decenas de espectadores, con 40 heridos y media docena de fallecidos. Pese a ello, el director de carrera no paró la prueba y al desconcierto se sumaron los participantes, quienes por decisión propia fueron parando sus coches y participaron en las labores de socorro.
Por fin, se sacó bandera roja y decidieron proclamó vencedor al hasta ese momento primer clasificado, el británico Stirling Moss.
FIN DE LA HISTORIA
En 1959 triunfo la Revolución Cubana y el dictador Batista salió del país. El escenario no era, por tanto, el idóneo para continuar con la carrera. El triunfo de Fidel Castro y su ascenso al poder tuvo un primer periodo de propaganda durante el que se buscó transmitir normalidad en el país para la comunidad internacional. Vamos, lo mismo que había intentado el presidente saliente.
Así que decidieron convocar de nuevo el Gran Premio de la Habana. Corría el año 1960 y para evitar la desgracia del 58, decidieron mover la carrera a un autódromo militar cerca de la capital. Se llamaba Ciudad Libertad y por ello, y por las obvias razones de publicidad a la carrera se la conoce popularmente como el Gran Premio de la Libertad. Que ironía, porque ni la carrera, ni la libertad volvieron nunca a la isla y parece increíble que mas de sesenta años después, la vida siga igual. Ojalá sea pronto y podamos recordar estas anécdotas como historias apasionantes del automovilismo de competición y de la vida.
Javier Arias
4 comentarios
Estimado Javier:
No sabe como disfruto de sus artículos. Maravillosamente escritos y siempre llenos de anécdotas e historias de lo más interesantes. Y este, cómo no, no iba a ser una excepción.
Enhorabuena
Me sumo al comentario
Muchas gracias por sus palabras.
Fantástico artículo Javier, muy curioso e interesnate.
Pero sigo echando de menos, los artículos de los domingos al mediodía, con fecha fija. Estamos un poco caóticos, aunque no me extraña leyendo algunos comentarios sobre el smoking de la semana pasada, le quitarían las ganas de escribir a cualquiera.
Feliz semana a todos.
Eneko.