SOSTENIBILIDAD AL ALCANCE DE TU MANO

Solo de nosotros depende que el mundo que viene sea más justo y, también, algo más verde.[...]

Solo de nosotros depende que el mundo que viene sea más justo y, también, algo más verde. Admitiendo que me cuesta entender a los hooligans del medio ambiente, principalmente porque veo sus acciones no siempre congruentes con sus eslóganes, lo cierto es que el cambio climático está haciendo estragos en el planeta y en nuestras vidas. Eso por no hablar de lo que hará en las generaciones futuras de no cambiar cuanto antes nuestro estilo de vida y nuestros hábitos de consumo. 

Los que aquí nos leemos podremos contar a nuestros hijos como, no tanto tiempo atrás, en otoño empezaba a resfriar, en invierno nevaba, en primavera llovía y en verano hacía calor. Desgraciadamente, solo el calor del verano queda hoy garantizado. De hecho, es precisamente el calor el protagonista ya no solo del verano sino también de gran parte del resto del año. 

Actuar parece necesario si no queremos que esto empeore. O al menos intentarlo, aunque no valga de mucho, para irnos de aquí con la conciencia algo más tranquila. Y digo “no valga de mucho” porque mientras China y, en menor medida, EE. UU. no se comprometan de verdad en frenar el enorme destrozo medioambiental, las acciones que pueda llevar a cabo Europa poco podrán revertir la situación dramática que vivimos. Y peor la que viviremos de seguir así. No obstante, e independientemente de las acciones que adopten estos dos países, mi opinión es que cada uno debe hacer todo lo que esté en su mano para no ser lastre a la muy maltrecha salud de nuestro planeta Tierra.

Y contribuir a mejorar, o al menos no empeorar, esa salud, es mucho más sencillo de lo que se pudiera pensar. Hoy estrujarse la cabeza buscando hasta en el absurdo lo sostenible parece casi obligado. Predicar en los límites de lo irracional la sostenibilidad nunca conseguirá los mismos resultados que hacerlo sobre aquello en lo que fácilmente podemos actuar y cuyos resultados, no un poco sino mucho, pueden ser rápidos y visibles. Es decir, podemos actuar sobre algo tan sencillo como nuestros hábitos de compra. Más concretamente, algo tan fácil como replantearnos qué ropa comprar y qué marcas desechar.  

Varios artículos hemos escrito en esta página sobre el impacto de la ropa low-cost y de la compra impulsiva de moda barata y pasajera en el medioambiente. Igualmente, hemos defendido que el mejor aliado de la sostenibilidad es la ropa de calidad que perdura año tras año y uso tras uso en nuestro armario. Porque actuar activamente contra la segunda industria más contaminante del mundo, la textil, es más sencillo y tiene un impacto mayor que hacerlo sobre infinidad de idioteces. Y, además, está al alcance de todos. 

¿Hay alguna coherencia en aquellos que defienden a ultranza el coche eléctrico y luego compran low-cost? No, no la hay. Interrogantes, y muchos, son los que acompañan a lo verdaderamente sostenible del coche eléctrico – el periodo comprendido desde su fabricación hasta su desaparición. Sin embargo, ninguno hay sobre el impacto en el planeta de la ropa low cost. Esta ropa se confecciona sabiendo que no perdurará en el armario. O que probablemente, incluso, nunca se llene a estrenar (el video del que aquí nos hacemos eco produce verdaderos escalofríos). Sencillamente porque precisamente en el bajo precio y justita calidad se sustenta el negocio del mercado fast fashion: ropa barata y mala que obliga al consumidor a comprar continuamente. Si no pasara de moda tan rápidamente, el precio fuera más alto, así como su calidad, ya no sería negocio. O al menos no el negocio que representa hoy en día. De escuchar cifras récord en la facturación de alguno de los representantes de este negocio, como recientemente ha sucedido, toca alegrarnos por todo lo que ello significa, pero también debería ayudarnos a reflexionar sobre el impacto directo que esos grandes números tienen sobre el presente y futuro de nuestro mundo. 

Como muestran estos videos, el impacto de la ropa low-cost va mucho más allá del medio ambiente. La copia de modelos, para ellos solo fuente de inspiración, que han salido de horas de trabajo de diseñadores es una práctica demasiado frecuente. Basta con preguntar en la calle qué se destacaría de ciertas marcas de low cost para encontrarnos una respuesta recurrente. Su habilidad y rapidez en poner en sus tiendas prácticamente los mismos diseños que solo unos días atrás se presentaban en los mejores desfiles de moda. Es decir, que se estrujen la cabeza otros que ya lo copiaré yo luego en tiempo récord y mucho más barato.

Hoy vivimos un momento donde la palabra “sostenibilidad” aparece en cualquier eslogan y donde ser “sostenible” no parece una opción sino una obligación. Como decía al comienzo del artículo, nunca me gustaron los “talibanes”, independientemente de cuál fuera su causa. Y tampoco me gustan los que vienen a imponernos llevar este concepto de sostenibilidad a cotas del absurdo. Con esto claro, es cierto que, sin necesidad de caer en dicho despropósito, sí hay cosas que dependen de nosotros y que de tomar la decisión correcta nuestras acciones pueden tener un impacto importante en el medioambiente. Y nada más sencillo y con mayor impacto positivo que comprar poco y de ese poco nada low cost

No seremos nosotros los que no nos alegremos al escuchar noticias de topes históricos de facturación de cualquier empresa, más de ser española. El impacto en la sociedad en la que operan en términos de empleo, pago de impuestos, desarrollo de la industria local etc. es innegable. Eso por no hablar de las causas sociales a las que apoyan. Sin embargo, de lo que no nos alegramos tanto es de que dicha facturación histórica tire de los maltrechos recursos del planeta para mantener su ritmo de crecimiento y de beneficios. 

Basta recorrer el escalofriante secarral en el que se está convirtiendo España para darnos cuenta de que seguir aumentando beneficios a cualquier precio no debería valorarse de manera tan positiva.

El Aristócrata

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COMENTARIOS

7 comentarios

  1. No puedo estar más de acuerdo. La gente habla sin parar de lo sostenible de esto o de aquello y luego llevan prendas de poliéster, rayón y demás telas sintéticas. Y, efectivamente, se puede decir más alto pero no más claro: la ropa los-cost es un gran negocio pero también una gran amenaza para ríos, acuíferos y poblaciones enteras que no cobran ni 10€ al día por 15 horas de trabajo. Pero ya sabemos: “ojos que no ven, corazón que no siente”

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  2. No conozco ningún señor conservador en el vestir ,que utilice ropa low cost ,donde este un buen sastre ,un buen camisero y un buen zapatero sobra el
    Resto .
    En cualquier caso entiendo la ropa low cost para mujeres ya que su moda varía por meses y habría pocos bolsillos que aguantasen ese cambio continuo de ropa si está fuera buena .
    Pero por lo menos en este foro dudo que haya señores que compren ropa low cost

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  3. Debe ser tremendo el poder de los Primark, Zaras, H&M y demás porquería para que nada de esto salga a la luz de manera visible. Y toda Europa callada y solo obligándonos a conducir coches eléctricos que no tienen ni idea lo que harán con ellos una vez acabada su vida útil.

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  4. Los videos son sobrecogedores. Con el segundo se me saltaron las lágrimas. Eduquemos a nuestras hijas en la mentalidad de que comprar menos es ayudar a salvar al planeta. Gracias por recordárnoslo.

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  5. Buenas tardes D. Jose María:
    Me alegra ver una cierta conciencia ambiental en su comentario. Estoy de acuerdo con Vd en que la confección de ropa es una de las actividades más contaminantes de la industria. Efectivamente, la solución es adquirir ropa de gran calidad y de diseño clásico que nos dure muchos años. Un ejemplo en este sentido es el Rey Carlos III de Inglaterra quien, por lo menos siendo Príncipe de Gales, no tenía ningún problema en exhibir ropajes (abrigos, trajes, chaquetas) y calzado de décadas de uso pero en perfectas condiciones. En un plano mucho más modesto, yo mismo, tengo ropa y calzado de hace décadas que, con los adecuados cuidados, están en perfecto estado. Sin embargo, una determinada parte de la población, relaciona el buen vestir con la novedad de la prenda: si es del año mejor que mejor, no vayan a pensar que soy pobre. Esta mentalidad de lechuguino o de dependiente de grandes almacenes, alcanza su epítome en los jóvenes de camiseta y vaqueros, que renuevan cada año su armario. El consumismo irresponsable nos aboca al desastre medioambiental aunque, en realidad, les da lo mismo.
    Un saludo

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