Hace unas semanas nos parábamos a contar la apasionante historia de la Blazer con sus dos versiones enfrentadas, así como las características que debería reunir su diseño para poder considerar una chaqueta como tal. Si todo aquello lo podéis encontrar en este link, hoy es el momento de conocer más en profundidad a César Calvo de Mora y su forma de trabajo. Y qué mejor que hacerlo que charlando tranquilamente en el BAR mientras me toma medidas y semanas después me prueba.
César Calvo de Mora, madrileño, de 41 años estudió FP de Química. Sin embargo, los derroteros de la vida, y por qué no decirlo un apellido que lo ha sido todo en el mundo de la sastrería patria, hicieron que con veinte años empezará ya a ayudar a su padre en la sastrería que existía en la calle Claudio Coello 113. Eran tiempos donde un equipo de alrededor de 15 personas, traían a la vida más de 300 prendas artesanales. Picando a duras penas solapas de la mano de María, yendo como chico de los recados al banco o llevando trajes a las casas de los clientes empezó una trayectoria que llega hasta nuestros días.
De picar solapas pasó a hacer los bolsillos interiores, puntos a las crucetas, a forrar… Con cuatro años en el taller ya montaba las chaquetas y a los 5 hacía ya sus propias chaquetas, siempre bajo la supervisión de su padre, quien le corregía constantemente. “En la sastrería de mi padre siempre ha habido mucha disciplina y solo se esperaba lo mejor de ti. De hecho, un verano pude hacer entre 100 y 200 ojales solo para aprender”. 9 años en Claudio Coello y de ahí a la que hasta hace poco fue la sede de la sastrería Manuel Calvo de Mora: Ayala 10, donde permaneció 10 años. Con dos años por su cuenta sumamos la friolera de 21 años en el oficio.
Creo poder afirmar que no habrá nadie en España que, siendo amante de la verdadera sastrería, y pudiendo económicamente, no haya pasado al menos una vez por aquella sastrería; sastrería donde no solo lo más granado de la sociedad española, sino también la más entendida, se ha vestido. A diferencia de otros sastres, Cesar prefirió conocer el trabajo del taller antes de ir a formarse a la Confianza. De hecho, no quiso hacer el curso de cortador hasta haber trabajado cuatros años en dicho taller.
Poco antes de que se jubilara María (la encargada del taller en aquel momento), Cesar empieza a asumir más responsabilidad comenzando a poner mangas “En aquellos tiempos lo normal era que pudiera coser en torno a 40 chalecos en un año. Había meses que para sacarme un dinero extra aceptaba trabajo de fuera”. La sastrería española ha dado un salto importante en lo referente al trato al cliente. Antes, el cliente entraba por la puerta, decía el tipo de prenda que quería, escogía la tela y el sastre se limitaba a hacérsela.
“No existía un asesoramiento como tal. Conocíamos al cliente y sabíamos lo que quería. No era fácil proponerle algo que se saliera de sus gustos. El sastre no era un asesor de imagen, Nos limitábamos a hacerle lo que quería lo mejor posible, pero sin intentar influir en sus elecciones”.
“Al principio, mi trato con los clientes era muy limitado. Cierto que, por inquietud profesional, cuando se les probaba yo me acercaba al probador para ver a mi padre probar”. Por lo que desprendo de la conversación esa misma inquietud profesional, debió ser el principal motivo que hizo que Cesar se labrara su propia trayectoria profesional y decidiera montarse por su cuenta. “Cierto que yo escogí en un principio trabajar en el taller, pero con el tiempo decidí que también quería atender a los clientes desde su entrada por la puerta en la sastrería de mi padre, así que al final comencé a probar directamente a los clientes “.
César le debe prácticamente todo lo que sabe a su padre. Constantemente hace referencias a él. No duda en admitir que su estilo está muy influido por el de él. “Su estilo es el que más me gusta de toda España”. Me cuenta que, a pesar de los años trabajados, su padre le corregía el patrón e incluso antes de cortarse la prenda. De esta forma se aseguraba que se hacía correctamente.
Los que nos leéis habitualmente recordareis el magnífico esmoquin que me hicieron en esa casa. Con él puedo dar fe de que la atención al detalle tanto en su confección como en la prueba fue excelsa. Una de las prendas a las que más cariño tengo y de la que más orgulloso me siento.
A pesar de haber visto desde entonces muchos otros esmóquines, tanto dentro como fuera de España, no recuerdo uno mejor. Continua Cesar, “pienso que debido al amor que siento por esta profesión, mi dedicación en horas excedía a las del resto de personal de la sastrería. Era el primero en llegar, alrededor de las 7am, y no me importaba llevarme incluso trabajo a casa”.
“Cada uno somos de una forma, pero, principalmente, mi inquietud profesional, unida a la imposibilidad de tener mis propios clientes hizo que un día tomase la decisión de comenzar mi andadura profesional propia”. Los comienzos en solitario no fueron sencillos. Al principio, ante la imposibilidad de poder contar con un espacio premium propio donde atender a sus nuevos clientes, empezó a darse a conocer desde casa. “Instagram y otras redes sociales me trajeron mis primeros clientes”. Dice riéndose que “varios han repetido, por lo que no debo ser tan malo”.
“Estoy aprendiendo mucho. Ahora me toca hacerlo todo a mí. Todavía no me puedo permitir contratar a nadie, pero este factor también ha hecho que recuerde muchos de los procesos en los que antes no estaba tan involucrado”. Mientras entran esos clientes, César también colabora con otros sastres ya consolidados ” Trabajando con ellos me he dado cuenta de que hay otras formas de trabajar los procesos con resultados igual de buenos, por lo que la experiencia que estoy adquiriendo la considero muy valiosa”. También el no tener que hacer frente a los gastos propios de una sastrería física le permiten ofrecer los trajes a precios muy competitivos, 1.600€ + IVA.
Hace años, por su dicha inquietud en aprender, se hacía trajes para él mismo y para sus amigos. Reconoce que el haberse centrado en ciertos procesos de confección durante varios años le creó ciertas carencias. Hoy, por el propio trabajo que le toca hacer, esto ha quedado solventado.
La gran cantidad de trabajo que tiene por sus colaboraciones con otros sastres apenas le deja tiempo para sus propias prendas. Esto, junto a clientes que le han buscado, por ejemplo de Valencia al jubilarse Don Antonio Puebla, le anima a seguir adelante pues ve un futuro mucho más claro que al principio. “Estoy muy animado porque si bien hay sastres para cortar no hay personal de taller. Todos se están jubilando y aunque algunos siguen haciendo trabajo desde casa, lo cierto es que esa parte del proceso tiene fecha de caducidad”.
“Si vas a los talleres de las sastrerías que todavía siguen abiertas verás que apenas queda gente con experiencia. Los buenos oficiales, los de toda la vida, están jubilados o a punto de hacerlo”. “¿Quién va a poner las mangas cuando no haya nadie para hacerlo”? “Yo he tenido la suerte de nacer como sastre en el taller y esa creo que es una de mis claras ventajas de cara al futuro”.
Un ejemplo que nos pone a correlación de esto es el referido al montaje de las mangas. “Todos los sastres ponen mangas, pero ponerlas con estilo es otro cantar”. “Para aprender hay que poner muchas, además de tener a alguien que te enseñe a hacerlo bien”. Cuando trabajaba con su padre, en los descansos se acercaba a la mesa de corte y aprovechaba para preguntarle sobre lo que estaba haciendo en ese momento. “Los trajes que hace mi padre están muy bien hechos, tienen mucho aplomo”.
Desde que César decidió montarse por su cuenta acude a la casa de sus clientes, algo que les facilita mucho la vida. Recuerda que antes los clientes vivían muchos en el barrio Salamanca y para ellos no era un incordio acercarse a la sastrería. Con el tiempo fueron saliendo hacia las afueras de las ciudades y hoy viven totalmente desperdigados. “Decir a un señor de Boadilla o de La Moraleja que pase a probarse a mitad de la mañana o de la tarde al centro de Madrid le puede resultar un verdadero incordio”. Por ello, él prefiere cerrar su prueba con ellos en su casa una vez concluida su jornada laboral. Y no solo probar, también pueden desde su casa escoger telas, botones etc. “Cierto que no tienes la ayuda de un gran probador, pero compensa”.
Sobre su manera de trabajar ahora en solitario nos cuenta que si se trata de chaquetas para sus clientes las pica a mano y cuando son colaboraciones con otros sastres depende de lo que estos prefieran. “Hay sastres de primer nivel que prefieren, por ejemplo, el pecho coserlo a máquina porque les gusta la forma que da la máquina. Yo prefiero a mano porque queda más blandito”.
Conforme nos metemos en materia sobre la calidad de la mano de obra, no duda en defender la española frente a la de otros países. Como novedad a todo lo escuchado a lo largo de todos estos años, Cesar no habla tanto de la calidad de la mano de obra de este o este otro sastre. “Una chaqueta que sale de una sastrería puede estar bastante peor hecha que otra de la misma sastrería solo por haberla cosido un oficial diferente”.
“Como en todo, hay oficiales buenos y solo unos pocos muy buenos”. Que casi todas las sastrerías, también fuera de España, colaboran con personal externo no es ya ninguna novedad. El no tener un número de encargos suficiente para mantener un taller completo en nómina obliga a ello“.
“A mí la sastrería que más me gusta es la inglesa. No la que va sobre armada, sino la que se hace hoy en día”. “Quizás porque yo haya estado trabajando con mi padre 20 años y esté muy influido por él, pero a mí el estilo que más me gusta, como ya he dicho, es el suyo”. “Córdova, Alonso y Gallo probablemente sean los que más coinciden en ese estilo, aun cuando tienen diferencias. Pero comparten una cosa: lo que nosotros llamamos el gusto del cliente del barrio Salamanca”.
Admite, no obstante, que no se puede generalizar entre el estilo de uno u otro sastre porque con los años se va cambiando y adaptándose a los nuevos tiempos. “Los trajes de antes, por buenos que fuesen, hoy poca gente se los pondrían”. “Tampoco el cliente que yo he conocido vestiría el llamado Traje Barcelona, asumo que los fieles a ese tipo de traje tampoco vestirían el conocido como Traje Madrid”.
Le preguntamos sobre sus referentes y en contra de lo que cabría esperar no nombra a Collado sino a los Mogrovejo. “Sus chaquetas eran perfectas, de otro tiempo, pero perfectas. La caída, el aplomo, las mangas… todo perfecto”. Respecto a sastres internacionales también lo parece tener claro: Lorenzo Cifonelli. “Hemos tenido la suerte de arreglar para clientes algunos trajes suyos y están francamente bien hechos”
Continuará…
El Aristócrata
9 comentarios
Un pintón! La chaqueta ya da una idea de lo bien que te va a quedar. Muy bonito color para el pantalón. ¿Puedes contarnos más del tejido? Parece como algodón. Muy buena pinta también
Creo que es una pena que Cesar ya no esté con su padre. Como también lo es que su padre no esté con él. Cesar pierde porque él no tiene la experiencia de su padre como cortador. Y su padre también pierde porque sin una pieza clave como Cesar en el taller el resultado de sus chaquetas ya no será el mismo.
No obstante, suerte a los dos.
Gran trabajo…y precio de derribo. Precioso el conjunto.
Eso es un buen trabajo y lo demás tonterías. De la relación calidad/precio ya ni hablamos.
Saludos.
La verdad es que la pinta no puede ser mejor. Habrá que esperar a ver el resultado final.
Pues yo soy de los que piensan que es más fácil encontrar un buen cortador que un buen oficial, por lo que creo que gana más César montándose por su cuenta. Pero ahora le toca hacerse un nombre, aunque obviamente con ese apellido y todos esos años de experiencia tiene mucho ganado. ¡Enhorabuena César!
Me gusta mucho el conjunto. La combinación de colores y tejidos me parece muy acertada. Una pregunta para el sastre: ¿a la hora de cortar una chaqueta de 8 botones qué diferencia hay con una de seis? Es que yo las veo iguales. Por las fotos yo no sabría decir si esta es de 6 o de 8.
Gracias por el artículo
Pero dicho precio me parece sumamente bajo para la calidad que parece tener. Es decir, un traje Pal Zileri de su línea Sartoriale tiene un precio de unos 5.000 euros pues son los que suelo utilizar y no son de sastrería artesana.
Un cordial saludo.
Cuando uno se quiere labrar un futuro sin ser todavía muy conocido tiene que ofrecer algo diferente. Ya llegará el momento que como en su antigua sastrería los cobre a 3.000€.
Cesar Calvo de Mora es para mí, el sastre español con más estilo. Esta en otra liga. Desde luego mucho mejor estilo que Fernández Prats.