Decir Mulliner es decir exclusividad. La sublimación de las preparaciones más especiales de la marca Bentley tiene sus orígenes en el siglo XVIII, cuando la familia propietaria comenzó su labor de construcción de carruajes y evolucionó en paralelo al nacimiento del automóvil para dar vida a los sueños de los más exquisitos propietarios.
Aunque hay referencias de la familia Mulliner, establecidos en Northampton, con negocios vinculados a los carruajes que iban desde la construcción, el mantenimiento y hasta el alquiler desde finales del siglo XVI, no es hasta 1760 cuando la empresa adquiere notoriedad al recibir el encargo del Royal Mail para construir y gestionar los carruajes para el prestigioso servicio postal británico.
Desde finales del XIX se estableció en Londres y bajo la dirección de Harvey James Mulliner se produce un hecho decisivo para el futuro de la compañía, y de la automoción del lujo en general. Nieto de los fundadores, H.J. Mulliner, a diferencia de otros fabricantes de carruajes, demostró un temprano y gran interés por el nuevo invento del automóvil y detectó la necesidad de crear carrocerías para esos primitivos coches que eran poco más que un chasis y un motor con dos sillones anclados.
Tal era su predisposición que en el año 1900 entregó nada menos que 150 carrocerías para diferentes fabricantes de la época. Prácticamente ninguno de los pioneros dejó de encargar carrocerías a Mulliner, desde Alfa Romeo a Mercedes, pasando por supuesto por RR, siendo Charles Rolls uno de sus primeros clientes quien les encargó carrozar su propio Phantom.
EL GRAN SALTO
Coincidiendo con el Olympia Motor Show de 1923 en Londres, Mulliner presentó un coche completamente terminado basado en un Bentley tres litros. Sin duda, fue el espaldarazo para la marca que asumió un concepto más integral del producto y fue motivo de gran sorpresa. Años más tarde, cuando RR adquiere Bentley para ser una única compañía, Mulliner, prácticamente, adquiere el estatus de carrocero titular, aunque la propia RR tenía el suyo de referencia y con el que convivieron durante años que era Park Ward. De hecho, durante los años 60, muchos de los modelos personalizados llevaron simplemente algunas sencillas placas o bordadas las iniciales MPW. RR había comprado PW después de la Segunda Guerra Mundial y Mulliner fue suyo en 1959.
Antes de esa fecha, Mulliner produjo el que para mí es uno de los coches más bellos de la historia, el Continental R Type, el cupé más rápido del momento (1952), una auténtica joya y apenas dos años después y sobre esa base, presentó una berlina igualmente mítica, el Flying Spur.
TALLER DE SUEÑOS
Hoy en día, y tras la separación de RR y Bentley a principios del siglo XXI, -recordar que ahora, RR pertenece a BMW y Bentley al grupo VW- Mulliner se ha convertido en la división de preparaciones especiales. Debemos pensar que, si ya de por sí, cualquiera de los automóviles producidos en la fábrica de Crewe son únicos, cuando se eligen las opciones de Mulliner se eleva el nivel del producto hasta límites insospechados.
Realmente, podríamos decir que no hay límites. Porque mientras que las piezas de Mulliner se ofrecen en el catálogo de compra, si el cliente quiere la excelencia y algo verdaderamente único puede sentarse con los especialistas de la casa para que le hagan realidad sus sueños.
Hay un buen montón de ejemplos, aunque lamentablemente la mayoría de ellos permanecen en el anonimato que sus propietarios requieren. Desde customizar el coche como si de una extensión de su yate se tratara, personalizar los asientos con los nombres bordados, incluidas las sillas de los bebés, hasta grabar en la madera pasajes de la Biblia o sus mantras de referencia.
En paralelo, Mulliner aporta a la marca algunas de sus series limitadas más especiales. Por ejemplo, el último modelo presentado, la espectacular barqueta denominada Bacalar. Un singular modelo basado en el nuevo Continental GT descapotable, pero de tan sólo dos asientos y una trasera espectacular, con el motor W12 de 650 caballos.
No es el único. Con motivo del centenario de la marca en 2019, se presentaron dos series limitadas de 100 unidades cada una, lógicamente, sobre la base de un Continental GT y de un Mulsanne, este último adornado con piezas de uno de los coches del fundador, W.O. Bentley. Por supuesto, se agotaron en semanas porque la calidad de los coches y su exclusividad los convertía en auténticas piezas de colección.
Hay ejemplos de las obras de Mulliner realmente destacados. Por ejemplo, con la salida del Bantayga, el primer SUV de la historia de la marca, se abrieron nuevas alternativas para clientes amantes de los deportes de campo. Y así pudimos ver unidades en colaboración con la prestigiosa marca de escopetas Purdey, donde el maletero se transformó con cofres a medida para transportar las armas, los cartuchos y el equipamiento necesario para un día de montería. Y qué decir de la transformación para un cliente árabe, amante de la cetrería y donde el malero albergó hasta la jaula para los halcones.
Una vez más, cuando hablamos de lujo, la verdadera exclusividad radica en productos hechos a mano y en series muy limitadas. Por eso Mulliner merece, por derecho propio, la categoría de lujo en el mundo del automóvil.
Javier Arias
6 comentarios
Qué artículo más interesante. Esto es lo que para mi es el lujo, algo verdaderamente exclusivo y no solo al alcance de los más ricos, sino también de los paladares más exquisitos.
Gracias Javier
Muchas gracias por su columna. Una pregunta: ¿con este coche qué marca de reloj cree que es la más idónea?
Gracias
E.C.
Muchas gracias Enrique por tu pregunta. Siguiendo la línea del artículo, más que hablar de marcas habría que hablar de complicaciones relojeras. Cualquier calendario perpetuo, un tourbillon y la combinación de ambas con ecuación del tiempo podría ser una opción exquisita.
El artículo es muy interesante. Esto es verdadero lujo no apto para nuevos ricos sino para los que somos ricos de cuna. Con este coche la marca de reloj más idónea es Breguet con tourbillon.
Saludos.
La verdad es que se me ocurren pocas respuestas más antipáticas. De ser cierto lo que usted plantea, he aquí el claro ejemplo de la clase no siempre está relacionada con una posición social.
Mi querido Jorge:
Si usted fuera de cuna no diría semejante gilipollez.